Saga Más bien la existencia sin sentido
UN CIELO PIXELADO
Por: Alessandro Fernández. Estudiante de 3er año de Medicina
Todos recuerdan aquel día que cambió por completo la forma de pensar de nuestros más reconocidos científicos y de la humanidad en general. Era 25 de diciembre: hombres de nieve, abetos luminosos, en fin, plena navidad. Pero esta iba a ser diferente a la de años anteriores. Eran justo las 9:47 pm cuando Bray Anderson y Peter Braikovski, dirigiendo un equipo personalizado de observaciones astronómicas en el centro de Northgale seguían el curso de un cometa esperado en esta fecha cuando de repente, entre unas pocas nubes grises, se observaba algo extraño, como si una manada de búfalos pasara por debajo del agua a una distancia considerable para solo distinguir el movimiento. Esta vista, en todo caso bien pixelada de los investigadores, inició una serie de innumerables cuestiones acerca de qué era este extraño acontecimiento que ningún satélite o telescopio espacial pudo captarlo. Las evidencias captadas desde nuestro planeta “El Agua”, eran claras y marcadamente cuestionables. Algunos afirmaron que se trataba de vida extraacual inteligente que pasaba por “El Agua” dándonos pistas de que no éramos más que un ínfimo punto de intersección entre la realidad del universo y la verdad existente; la gran mayoría afirmaron que era una especie de ser divino que venía a dar prosperidad a todos los seres humanos; mientras que otra parte suponían que era la señal de un apocalipsis concominante. La verdad, estos pensamientos no eran más que simplemente eso sin prueba alguna. Y ciertamente los científicos se estaban preguntando por qué su extraordinario sistema de detección espacial no había podido revelar este suceso aparentemente invisible desde un punto de vista externo. Y fue así que esta vez y por primera vez existía evidencia clara de vida extraacual. Increíbles expediciones daban vueltas y vueltas alrededor de la Tierra en busca de un sustento razonablemente explicativo mientras que el problema estaba en la limitación de nuestros sentidos para comprender lo que estaba sucediendo incluso frente a nuestras propias narices.