Árbol Solitario
La última página del cuaderno. Una sensación de disgusto se apodera de mí, me desagrada que nuestra conexión se vuelva a extinguir, mis ojos se humedecen. ¿Cuál es la razón de mi desconsuelo involuntario? No te conozco pero creo que te entiendo mejor que a mi ser. ¿Acaso eres una imagen en la mente de un anciano extraviado? Suena absurdo, pero aunque no pueda descifrar quién soy, aunque no me permita recordar quién eres, sé que te amo, eres la existencia que me brinda vitalidad. Tus palabras se sitúan al alcance de mi vista deteriorada. ¿Qué tienes para decirme?
Perder a un semejante te lastima, sin embargo el olvido te arrebata lo virtuoso e infame de esa persona, en ese exacto segundo desciendes en ese vacío abismal que solo la incertidumbre comprende.
Continúo hojéandote, entendiéndote, me distingo a mí mismo disfrutándote en toda la extensión de tu cuaderno, qué imagen más nítida.
¿Qué tan profunda puede llegar a ser tu imaginación? Un océano de ingenio me envuelve, adoro estos conceptos que te destacan.
Que me confiases tu esencia me permite sentir tu estima. No sé si alguien me aprecia, no como tú. Eres lo único que me queda, extraño conocido. 70 largos veranos, 70 primaveras perfumadas, ¿cuántos años de mi vida permaneciste cercano a mi tacto? Sé que habitas en mi corazón.
Si te aferras a un recuerdo, descuidarlo se torna complejo, se nos vuelve difícil percibir la entereza que manifiesta todo lo simple que nos hizo complejos.
¿Cuántas horas han pasado? La serenidad de tu lugar elegido me concede esa alusión que busco. Ese sentido común que despierta el calcetín rojo que no descubro, el calcetín rojo con el que sueño, al que sigo persiguiendo en cada momento. ¿Es tu prenda favorita?
No me detengo, sigo indagando en tus ideas, me sumerjo en tu ser, pretendo tenerte cerca. No quiero dejarte ir. Me surge esta sensación de pertenencia, poseerte se me hace imprescindible. Aseguro tus notas en mi pecho, no quiero extraviar mi razón, lo fundamental, lo más valioso, la fuerza para seguir explorando este intelecto menguado.
Has asimilado la irreversible tendencia de perder, obstáculo que me arrebata de ti.
Ese deteriorado banco, tus trazos no fingieron. Puedo percibir la textura de la madera tras acomodar mi cuerpo añejado, mis extremidades cansadas. Necesito experimentar ese efecto, imaginarme sentado a tu lado, sé que lo hicimos.
Me ensombrece entender que un día fuimos todo y el mañana es impreciso.
Este cuaderno gastado por un tiempo que no se detiene, por lágrimas sin dueño. ¿Es mía esta angustia que marchita tus blancas hojas? Me desborda la satisfacción al saber que el árbol de tus esbozos se eleva al alcance de mi mano. ¿Qué simboliza, qué representó para ti, que representó para mí?
Nunca dudes que te quise, nunca dudes que me amaste. Anhelo no atormentarte muy menudo con lo que represento. No me perdiste, incluso si no logras interpretar lo que ocurre. Sé que atormenta, te arrebataron tus logros, tus errores, saquearon tus motivos, pero sigues siendo tú.
¿Cuántos dibujos, sería tradición? Mi mente confusa no te evoca, exijo saber que significaste en mi vida, puedo asegurar que este árbol puede narrame nuestra aventura.
Sé quién eres. Mi persona favorita, mi amistad más sincera. El faro que no vacila, centelleante, segador. La razón de abalanzarme hacia rutas desconocidas sin cobardía. Mi mayor esfuerzo. El que asimila todas mis fallas. Continuamente me descubriste perdido en mi juicio, gracias por rescatar mi realidad. El que solo sabe obsequiarme calcetines rojos entendiendo cuanto los detesto.
Recuerdo este árbol solitario, me deleita su esplendor. Examino su robusto tallo en busca de un relato, anécdotas conservadas. ¿Sabes quién soy, verdad?
Si la vida me permitiese al menos cooperar con tus memorias, acompañarte en esa tiniebla que se apodera de ti. Necesitas mi ayuda. ¿Cómo lograrlo si mi tiempo se marchita? Nunca aceptaré lo aleatorio de mi partida. No concibo la idea de que me odies por ese vacío que se agrava en nuestro interior. Aprender a perder, ¿qué implica eso de todas maneras? Me aterra no saberte bien, no disfrutar de ese viejo árbol solitario donde me enseñaste como ser honesto, íntegro, decoroso. Soy ese destello nacido de tu realidad, de ese ser recto, afable, sensible con todo lo majestuoso de este mundo. Quizás algún día no tengas la fuerza suficiente para andar, tus oídos no determinen ese jazz que tanto te deleitaba, puede que mañana desconozcas tu nombre, sin embargo mi presencia no renuncia, no desiste, no te prescinde. Somos uno, siempre lo fuimos, recuerda. Te amo papá…