Crónicas de un estudiante de Medicina
Editado por: Luis Rafel Gámez Leyva, Editor principal del Sitio WEB
Montarse en una guagua a primera hora de la mañana constituye una odisea. Las madres con sus hijos para el círculo o la primaria, los de la secundaria, los trabajadores de diversos sectores, y los más numerosos (en la parada de la Plaquita, Holguín) que son los estudiantes de Ciencias Médicas, se agrupan en masa compacta a la hora de montar la guagua. Pareciera aquello una tribu de salvajes avalanchandose sobre algo brillante, pero las características de la parada impiden que se haga una cola.
Pero ya del transporte y las colas se ha hablado arto. Mi punto es el cuchicheo que queda atrás, donde los mayores y los que no se atrevieron a montarse por temor al evisceramiento. “Mira para eso, la juventud está perdida”. “Pero esos son los estudiantes de Medicina”. Claro, todo el mundo estaba empujando, pero la culpa es de los estudiantes de Medicina, ¿por qué?, pues porque el uniforme blanco resalta y llama la atención, y porque “la culpa, la maldita culpa”.
Y nadie dice: “los pobres estudiantes de Medicina, tienen que madrugar y levantarse temprano para salir y abordar un ómnibus, tardarse 45 minutos (sí, la beca está a esa distancia del hospital), para estar en la sala antes de las 8 de la mañana y a tiempo para que el profesor pase religiosamente la asistencia a las 8:00:01am”. Por supuesto, los demás que abordan el ómnibus no conocen esto; pero la historia no termina ahí, pues después de estar alrededor de cuatro horas parados en el pase de visita, salimos en pleno mediodía, y la historia se repite para regresar a la beca, almorzar y a la 1 y media estar sentados en un aula recibiendo las clases de la sección tarde.
Ahora, que si ese estudiante que llegó tarde a la sala, los comentarios son: “Que clase de médicos están formando en este país, llegan tarde todos los días”.
Otro aspecto que llama la atención es los comentarios “se pasan el día entero mirando no se que en el teléfono y ni siquiera te atienden”. El secreto de estado que tenemos en el teléfono, en el 70 por ciento de los casos, son libros y conferencias, pues lo más seguro es que esa misma tarde tengamos un seminario oral, de una conferencia que tuvimos el día anterior, y que no pudimos estudiar por la noche pues estábamos de guardia. El otro 30 por ciento, tienen razón y seguro estamos jugando con el celular.
En la cadena de trabajo de una sala de hospitalizados o un Servicio Médico somos el último eslabón, primero está el doctor Jefe de Servicio, luego los especialistas, después los residentes, las enfermeras, los internos verticales, los internos rotatorios, el personal de servicio y por último los estudiantes de Medicina. Todo el mundo tiene una tarea que confiarnos o un regaño que darnos. Si el mensajero no vino hoy, ahí va el estudiante a buscar el resultado de un complementario al laboratorio, si el camillero es el faltante, ahí va el estudiante a llevarlo al Departamento de Imagenología a realizarle una radiografía, extraerle la muestra de sangre al paciente para que esté más rápido el resultado y si el paciente se orina, defeca o vomita, y la auxiliar de limpieza se demora mucho el estudiante tiene que limpiarlo. Pero hasta la fecha no he visto a nadie hacer nuestro trabajo: evolucionar en la sala a los pacientes, ni responder por nosotros en el pase de visita. Si un especialista representa un planeta en el sistema solar, nosotros los estudiantes de Medicina somos el polvo estelar que pasa por su lado inerte.
Sin dudas lo que más nos molesta y nos hace sentir mal son las negativas por parte de los paciente de atenderse con un estudiante. Ciertamente en estos tiempos, si una persona acude al médico, existe una gran posibilidad de que te atienda un estudiante; las razones son simples: tenemos que aprender haciendo, un solo médico de guardia no puede atender a la maratón de enfermos que asiste al cuerpo de guardia y porque está reglamentado así por parte de la administración de Salud. Pero está el que dice: “yo ni loca(o) me dejo atender por un estudiante”, y ahí comienzan las historias de que su vecino de enfrente fue visto por un estudiante y tuvo tal y más cual problema.
Tengan la confianza de que cuando un alumno decide atender a un paciente, ha estudiado anteriormente el procedimiento a realizar y está seguro de lo que va a hacer, “nadie se lanza a la piscina sin salvavidas”. También hay sus excepciones, pero son las mínimas. Recuerdo a mi profesor decir siempre: “El que no se quiera atender por un estudiante es porque no está enfermo de verdad”.
Se critica además del carácter academicista de nosotros. Mientras que unos se divierte en eventos como: festivales de radio, universiadas, festivales de artistas aficionados, entre otros muy populares en las universidades del MES, el estudiante de Medicina prefiere los fórum científicos, los encuentros de conocimiento, las competencias de habilidades y los festivales de la clase. Nos gusta que nos pongan a prueba, que se compruebe nuestro conocimiento sobre las enfermedades y lo más llama la atención es que disfrutamos haciéndolo. ¡Qué somos adictos al estudio, es verdad, somos culpables! Pero de lo que no se nos puede acusar es de no divertirnos, porque eso si lo hacemos muy bien.